Un Seat 127
Cuando se averió el Seat 127 de mi padre de camino al colegio y tuvimos que empujarle mi hermana y yo para que volviera a arrancar, grité: “¡Vaya mierda de coche viejo tenemos!”. Mi padre, muy serio, mientras trataba de dirigir el volante con medio cuerpo metido en el coche, y el otro medio ayudando como podía, arrastrando la pierna como si montara en una patineta ortopédica. Seguir leyendo
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